Diario de una chica “fashion»
¡Las emociones entran en las clases alegres de actividades dirigidas!
Yo soy agente bancaria. Me paso toda la jornada laboral sentada y al final del día el cuerpo me queda rígido, como si me hubiesen convertido en un 4 de aluminio. Por suerte, tengo mi dosis de actividad física, mi pequeña dosis de placer cotidiana.
Suelo ir al gimnasio dos o tres veces por semana y me gustan especialmente las clases de tonificación. El instructor es muy mono, y la verdad es que se nota que sabe lo que hace porque tiene las clases llenas.
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Nos cuida, casi nos mima diría yo. Siempre habla con todos: ¿Cómo te fue? ¿Cómo te encuentras hoy? Y luego en clase nos corrige con cariño aunque nos hace trabajar a base de bien… tendríais que ver como se empañan los cristales de la sala de la sudada que nos pegamos todos.
Yo soy bastante ordenada y metódica. Es decir, tengo el corazón al lado izquierdo, y sangre que me corre por las venas. Si me pongo a correr el corazón se acelera. Lo que como, lo digiero y expulso los residuos con regularidad.
Soy lo que se dice una persona sana. No fumo y bebo una copita de vino con la comida. Algunos fines de semana me desmadro con mi novio y tengo algunas resacas, pero eso pasa poco.
Soy un todo en mi misma, armónicamente relacionada, con mis nervios, venas y tendones. Intercambio O2 por CO2 constantemente, más que nada porque estoy viva, y soy un ente único, especial y completo.
La verdad es que al salir del trabajo, con toda la crispación del día (precisamente hoy mi jefe me ha echado una bronca impresionante) estoy un poco “choff”, vamos depre. Llevo la cabeza gacha y me duelen las cervicales. Y eso que esta mañana estaba estupenda e ilusionada porque me he comprado un equipo nuevecito… ¡que ganas tengo de estrenar! No voy a dejar de ir al gimnasio; ¡no dejaré que ese dictador me prive de mis pequeños placeres!
Voy a un club que está 2 calles más abajo de la oficina en la que trabajo. Es un centro relativamente pequeño pero me gusta. Las personas de recepción me saludan y me llaman por mi nombre (como yo a ellas, porque es de buena educación responder a los saludos).
Y este pequeño cruce de palabras y miradas ya me desconecta del trabajo. La verdad es que, si me fijo bien, ya puedo notar como el corazón me late más rápidamente (y no será porque he venido rápido sino más bien despacito). ¿Qué le pasa a mi cuerpo que está empezando a respirar aceleradamente. Entro en el vestuario y de repente la adrenalina se me sale por las orejas.
¡Cómo me molan estas zapatillas que me he comprado nuevas! Voy a triunfar en clase… Seguro que todos me miran y todas me tendrán envidia. Y las mallas y el top a juego… Estoy guapísima ¡Seguro que seré la más elegante! Y la pelandusca rubia aquella, que rabie.
El monitor se fija en mí cuando entro y se acerca, como cada día: ¿Qué tal? ¿Cómo ha ido el día? Y yo respondo: no me cuentes que vengo frita… El chico (que no está nada mal) me dice: hoy te voy a poner las pilas. Vamos… ¡coged las barras!
Noto las miradas sobré mí y mi fantástico “look”. La música empieza y… allá vamos. Power, Pump, Power, Pump… y entro en el Nirvana.
Más adrenalina, más calor, mi cuerpo se siente caliente y me dejo llevar por la música y floto en mis propios movimientos. ¿Serán las endorfinas la que me hacen sentir así o es que voy drogada? Mi cuerpo está lleno de opiáceos, oxitocina, lactato. Uff, ¡vaya nombres le ponen los científicos a sentirse bien!
Mi corazón late y creo que late al ritmo de la música y creo que late al ritmo de los corazones de mis compañeros. Respiro y me siento libre, libre y plena de libertad, el tiempo se ha parado y me siento capaz de todo. Floto en conjunción con la música, con el resto de la clase, con el monitor y con el aire que respiro.
Las pulsaciones suben, el aire entra y sale más rápido y creo que todos estamos sincronizados, conectados por un mar de hormonas, de electromagnetismo y pulso musical.
Los músculos actúan, simplemente, arrastrando los tendones y comiendo como glotones la glucosa que les lleva la sangre. Sangre necesaria para la vida y para todas mis celulitas. Sangre bombeada por corazones al compás.
Finalmente, y siempre con cuidado, la vuelta a la calma, los estiramientos… Ah! Qué bien me sienta para las cervicales. Estoy empapada y tan a gusto, que alargaría el alargamiento mucho más.
¡Lo hemos logrado! El grupo, estar en este grupo, ha sido fantástico. Hemos sido como una máquina, un conjunto de piezas funcionando perfectamente sincronizadas.
Venga, ahora me voy para la ducha, a seguir disfrutando de este clímax de hormonas, temperatura, sangre y turgencia muscular. Floto en el vapor de la ducha y me entretengo, dejando caer el agua por todo el cuerpo, ahora un poco fresquita, ahora caliente; y así, 3 o 4 veces (eso va bien para la circulación, dicen). Y me relajo: ahora para casita que mañana será un día estupendo.