La salud (del latín salus, -ūtis) es el estado de completo bienestar físico (biológico), mental (psicológico) y social; no solamente la ausencia de infecciones o enfermedades ligeras, fuertes o graves, según la definición presentada por la Organización Mundial de la Salud en su constitución, en 1946.
También puede definirse como el nivel de eficacia funcional o metabólica de un organismo tanto a nivel micro (celular) como a nivel macro (social).
Otro autor, Moshé Feldenkrais dice que “la salud se mide por el impacto que una persona puede recibir sin comprometer su sistema de vida” y René Dubos como “una medida de la capacidad de cada persona de hacer o de convertirse en lo que quiere ser.«
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En resumen de lo visto anteriormente, la salud no es sólo no estar enfermo sino además tener unas adecuadas capacidades funcionales y de rendimiento o resistencia; y una independencia en el desarrollo de las actividades cotidianas.
Si analizamos el proceso de salud desde el punto de vista de la medicina naturista, la enfermedad sólo se desarrolla cuando el “terreno” del organismo está debilitado o bajo de defensas.
Andrew Taylor Still (fundador de la osteopatía) dijo “no es el patógeno, es el terreno” refiriéndose a la enfermedad; es decir, que es el cuerpo que por su mal funcionamiento no sabe defenderse o recuperarse de las patologías que le afectan.
La cultura popular sabe mucho sobre la salud y la enfermedad y, uno de los dichos más populares del mundo dice que “es mejor prevenir que curar”.
En definitiva, la mejor medicina es la medicina preventiva y tener muchos medios para hacer prevención. La actividad física, las técnicas manuales como el masaje o la osteopatía pueden hacer mucho en ese campo.
El ejercicio es medicina
El ejercicio, como es sabido, es una de las mejores maneras de practicar medicina preventiva. Pero aún más allá, en determinadas enfermedades, el ejercicio es una medicina.
Los hipertensos, diabéticos, asmáticos, obesos y muchos otros encuentran en el ejercicio la “medicina” que necesitan. Muchas personas con patologías que practican actividad física, no sólo mejoran su calidad de vida, sino que reducen las dosis de medicamentos que toman y permiten que la persona tenga una capacidad funcional plena.
Al hacer la comparación entre ejercicio y medicina, podemos hacer una equiparación entre uno y otra. Por ejemplo, si el médico nos receta un antibiótico, el técnico deportivo puede indicar que realicemos actividad cardiovascular.
Si el antibiótico es “amoxicilina”, el técnico nos puede decir que hagamos ciclismo indoor, natación o cardio en una sala de Fitness. Si seguimos con la comparación, la dosis del fármaco sería la carga (% del máximo) a la que entrenaremos y, la posología, la frecuencia, la duración o el descanso de nuestros entrenos.
Finalmente, los medicamentos tienen efectos secundarios así como lo hace el ejercicio (cansancio, agujetas, sobreentrenamiento…) y además tiene contraindicaciones (evitar carga en la artrosis, elevar los pesos sobre la cabeza en hipertensos, lesiones,…).
Nuestra sociedad, afectada de enfermedades crónicas, envejecimiento y obesidad necesita mecanismos para mejorar la calidad de vida de la población y evitar el abuso del sistema médico y farmacéutico.
Invertir en ejercicio físico hoy es mejorar nuestra calidad de vida mañana y, además, contribuir al ahorro del gasto sanitario en nuestra sociedad. Cuando hacemos deporte nos ayudamos a nosotros mismos pero a la vez estamos haciendo un esfuerzo para el conjunto de la sociedad.