Las agujetas o su equivalente anglosajón el “DOMS” (Delayed Onset of Muscular Stiffness o episodio retardado de rigidez muscular) es un conjunto de síntomas que se dan en la musculatura al cabo de 24-48 horas después de haber entrenado intensamente.
Este episodio retardado se caracteriza por dolor y rigidez de los músculos y dificultades para realizar los movimientos en los que éstos intervienen.
El origen de este episodio está en la rotura de las estructuras intramusculares, el componente contráctil y otros elementos de las fibras musculares.
Esta lesión deja intacta la funda de la fibra, su membrana, pero deja en el interior fragmentos de las proteínas que realizan la contracción, restos de orgánulos celulares y metabolitos del catabolismo.
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El tejido que ha sido objeto de mayor estrés se convierte en un foco de atención para ser reparado. Se desencadena así una catarata de acontecimientos bioquímicos que incluye a las principales moléculas de la inflamación (las prostaglandinas y otros mediadores químicos). El músculo que ha sido duramente entrenado hace una llamada a los recursos necesarios para restablecer el equilibrio de sus células.
Se produce entonces una migración de sangre, nutrientes y materiales de reconstrucción para realizar el proceso de recuperación de las fibras dañadas y devolver los tejidos a su estado inicial de equilibrio. A los 2 ó 3 días el episodio de entumecimiento muscular queda resuelto.
Las agujetas se producen después de haber realizado un esfuerzo físico de muy alta intensidad y se ven favorecidas por la actividad excéntrica de los músculos. Facilitan la recuperación: los baños calientes, la sauna, el masaje, la rehidratación y la ingesta abundante de hidratos de carbono y proteínas.
Para acelerar el proceso de normalización, podemos hacer ejercicio físico del tipo descanso activo. Como puede verse, las medidas que adoptamos están dirigidas a aportar sangre al músculo y, con ella, calor y líquidos con nutrientes energéticos y materiales de reconstrucción (especialmente de las proteínas del aparato contráctil).
¿Es bueno tener agujetas?
Con todo esto, podemos plantearnos una cuestión: ¿es bueno tener agujetas? Y la respuesta no puede ser inmediata, aunque todo nos indica que el estímulo está llegando a las fibras musculares. Es decir, podemos usar las agujetas como un indicador de que el trabajo que hemos realizado ha alcanzado una intensidad suficiente: estamos en el límite entre el estímulo que genera adaptaciones y la rotura de algunas fibras musculares (lo que es una lesión microscópica y anatómica).
Si tenemos un buen control y registro de los parámetros de nuestros entrenamientos, podremos identificar las cargas que nos han producido el episodio de agujetas y, usándolas de forma inteligente como indicador, sabremos dónde se encuentra nuestro límite.
Si tenemos en cuenta que existe un continuo dolor-placer, las agujetas se encuentran en el límite de “dolorimiento agradable” y el dolor debido a una lesión. Si hubiésemos ido una poco más allá con la intensidad de nuestro entreno, nos habríamos hecho daño, habría dolor y aparecería la reacción de peligro, o sea, todo el conjunto de reacciones del eje hipotálamo-hipofisario-cortical que provoca la salida del cortisol a la sangre.
El cortisol es un potente agente catabólico y provoca la degradación de las proteínas musculares ocasionando el efecto contrario al que buscamos con nuestro entrenamiento.
Y entonces: Sí, las agujetas son buenas… pero debemos tomarlas como una advertencia de que estamos yendo demasiado lejos, algo así como conocer nuestros límites.