La interrelación entre el cerebro y el cuerpo es conocida desde hace tiempo y ambos se consideran indisociables.
El concepto de holismo que han usado multitud de disciplinas (osteopatía, acupuntura, homeopatía, gimnasias cuerpo-mente, etc.) significa que las diferentes partes del ser humano forman una unidad. Incluso Freud dejó establecido sobre el “yo”: “en principio y, sobre todo, el ego es corporal”.
Ahora bien, sin olvidar este principio, es necesario establecer una dicotomía para simplificar y así poder analizar y entender lo que ocurre cuando el sistema nervioso no realiza sus funciones correctamente y esto repercute en la estructura corporal.
El mal funcionamiento del cerebro, por diversos motivos, pero sin que éste tenga una enfermedad orgánica puede repercutir en cualquier estructura: órgano o aparato. Tienen lugar, entonces, el tipo de patologías que llamamos enfermedades psicosomáticas.
Las úlceras gástricas por estrés, enfermedades del colon por ansiedad, hipertensión arterial por estados emocionales intensos son ejemplos de lo que estamos hablando. En este texto nos centraremos en las repercusiones en el aparato locomotor por la mala función de diferentes partes del encéfalo.
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Vista acelerada y exceso de estímulos
El primer reto al que tiene que hacer frente nuestra mente es a la enorme cantidad de información que recibe y la velocidad con que tiene que procesarla. Televisión, móviles, Internet, modas, tráfico, etc. bombardean constantemente nuestros sentidos.
El encéfalo tiene unos filtros para redireccionar los estímulos sin los cuales el córtex (substancia gris) se colapsaría por su incapacidad para procesar todos estos datos.
El tálamo, una estructura situada en el interior del encéfalo, es la parte encargada de seleccionar y separar estímulos relevantes de los que no lo son. Descarga al cerebro del estrés (literalmente “tensión”) a que éste se ve sometido.
Las sensaciones con información valiosa llegan al córtex cerebral y se hacen conscientes. Las sensaciones no relevantes se procesan en otras zonas del sistema nervioso.
El estrés es la respuesta del organismo cuando un elemento exterior altera el equilibrio corporal. También podemos considerarlo como la adaptación del organismo que responde a estímulos exteriores o la forma por medio de la cuál interaccionamos con nuestro entorno (y por tanto tiene un componente subjetivo).
En cualquier caso, los efectos del estrés dependen del tipo de estímulos y la cantidad e intensidad de los mismos. Actualmente se distingue entre eu-estrés (o estrés bueno) y distrés (o estrés perjudicial). El primero nos estimula y permite adaptarnos, aprender y crecer personalmente; de él sacamos provecho de la sobrecarga (como cuando hacemos un buen entrenamiento).
El distrés es aquel que sobrepasa la capacidad de procesamiento del cerebro, es un estrés no resuelto y, para manejarlo, necesitamos que sea canalizado o distribuido a otros sistemas orgánicos (músculos, vísceras, glándulas, etc.).
En situaciones de estrés malo, el organismo pone en marcha el sistema hormonal activador, que nace en la hipófisis y estimula la secreción de adrenalina (aceleración del pulso, hipertensión, aumento de la frecuencia respiratoria, etc.). Además, se activa otra hormona llamada cortisol, que interviene en la retención de líquidos y en la aceleración del metabolismo.
El cortisol rompe las proteínas y, por tanto, podemos decir que es un destructor de los músculos. Las personas sometidas a un exceso de estrés pierden masa muscular o tienen la musculatura atrofiada.
Las personas sometidas permanentemente a situaciones de estrés que no pueden manejar entran en una situación de desgaste o “surmenage”. Coloquialmente decimos que “están quemadas” y técnicamente se dice que tienen el síndrome de “burn out”. Son personas con fatiga crónica, insomnio, cefaleas, tics nerviosos, palpitaciones. Se trata de una patología grave, adquirida en el ámbito laboral, con consecuencias físicas y psicológicas (ansiedad, depresión,…). En el plano físico veremos pinchazos en el tórax, dolores cervicales o lumbares, o dolores musculares.
El tratamiento pasa por aspectos de modificación del entorno laboral, tratamiento personal para dotar al sujeto de herramientas que le permitan manejar las situaciones “de riesgo” y un tratamiento de apoyo social. Esta situación es justificativa de baja laboral.
Senderismo en el trabajo
La vida actual urbana y acelerada ha cambiado también la forma en que trabajamos. Las actividades laborales, cada vez más, se desarrollan estando sentados frente a pantallas de ordenador a lo largo de casi toda la jornada.
La posición sentada no es natural para el ser humano. Estamos diseñados para una posición bípeda y con actividad física. Por tanto, somos sedentarios contra nuestra naturaleza.
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El sedentarismo es, según el American College of Sports Medicine (ACSM), un factor de riesgo para contraer enfermedades cardiovasculares. Esto es suficiente para plantearnos iniciar un programa de actividad física como medida preventiva.
Las enfermedades cardiovasculares no son el único riesgo de la actividad sedentaria. Al adoptar la postura de sentados, estamos modificando los equilibrios musculares y la distribución de las cargas.
Las rodillas flexionadas acortan los músculos isquiosurales, la inclinación hacia el teclado y la pantalla activa la musculatura lumbar que se hace hipertónica y los abdominales, que están acortados e inactivos, se vuelven flácidos.
La basculación de la pelvis hace que los glúteos no trabajen y se debiliten. Por último, el apoyo sobre los teclados genera contractura y dolores en los extensores de la muñeca y el roce de la cara inferior del antebrazo da lugar al síndrome carpiano.
La esfera de la psicosis
Las psicosis son las enfermedades mentales en las que hay una disociación (“desconexión”) entre el individuo y su percepción de la realidad. En una psicosis existe una disociación entre “el yo, cuerpo, aquí” y “la mente”. La percepción de la realidad está distorsionada.
Cuando lo que yo creo que es el mundo y la manifestación “real”, tangible, percibida del entorno son cosas diferentes, la persona entra en una grave crisis de identidad.
Muchos de los problemas “mentales” que afectan a la población no tienen una base orgánica, es decir, se producen por alteraciones de zonas neuronales o de los neurotransmisores. De algunas de ellas, aún no conocemos su origen definido.
Ansiedad, neurosis, comportamientos obsesivos, hipocondría, depresión son enfermedades de este tipo que se tratan, sobre todo, por medio de intervenciones psicológicas. Sin embargo, las repercusiones que tienen sobre el aparato locomotor son fácilmente identificables: hiperactividad, tics, repeticiones de gestos, posturas encorvadas, contractura musculares, espasmos, etc. demuestran que las enfermedades psicóticas tienen su repercusión en el cuerpo.
En estos casos, la unidad de las diferentes partes de la persona se hace muy evidente. La enfermedad repercute en lo “orgánico” pero el cuerpo (el movimiento) también puede colaborar en el tratamiento de la enfermedad mental.
El autor israelí Moshe Feldenkrais llamó a su método “autoconciencia por el movimiento”. Uno de los objetos del método es que, por medio del movimiento, la persona se encuentre a sí misma y pueda mejorar en muchos aspectos de su vida. Disciplinas como Feldenkrais, Yoga, “Somatic Experiencing”, Bioenegética (A. Lowen), etc tienen enfoques similares.
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Medidas a tener en cuenta
Ante las situaciones que hemos descrito anteriormente, podemos proponer múltiples actuaciones que citamos a continuación. No podemos realizar una descripción exhaustiva de cada método o modificación del comportamiento ni de sus efectos, pero creemos que se entienden por lo expuesto anteriormente:
1) Inteligencia emocional
Se trata de potenciar las herramientas de las que todos disponemos para la gestión de las emociones. Brevemente podemos citar: autoconciencia (reconocer nuestras propias emociones), autogestión (controlarlas y adaptarlas a las circunstancias), conciencia social (sentir, comprender y reaccionar las emociones de los demás) y gestión de las relaciones (gestionar los conflictos e influir e inspirar a los otros).
El estrés tiene un componente muy subjetivo y las creencias relacionadas con la sensación de domino o confianza (Lazarus, 1991) pueden tener gran importancia en el grado en que nos afecta.
2) Prevención de estrés laboral
La ergonomía en el puesto de trabajo es fundamental. Sillas adaptables, colocación correcta de las pantallas y otros dispositivos, control de los elementos ambientales, etc.
Debemos mejorar las condiciones de la percepción sensorial: mirada horizontal, orientación de los oídos, equilibrio y colocación corporal, etc. Otro aspecto a cuidar es la fatiga. Debemos aprender a descansar (unos 5 minutos/hora) y realizar estiramientos, ponernos en pie y caminar un poco, etc.
Finalmente, establecer límites; algo realmente complejo de lograr pero muy importante es “desconectar”. Se trata de acotar la actividad laboral y disponer de un espacio personal de descanso suficiente hasta la próxima jornada.
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3)Terapias psicosomáticas
Con la ayuda de un terapeuta se realiza un abordaje mental por medio de manipulaciones corporales, como en la Osteopatía o en la parte manual de Feldenkrais (Integración estructural).
El masaje y los estiramientos tienen componentes bidireccionales (cuerpo-mente) de este tipo. En “Somatic Experiencing” se interviene identificando los puntos nerviosos “dolorosos” que nos han traumatizado y movilizando y convirtiendo esa energía nociva en un mecanismo de curación, mejora personal y crecimiento.
4) Hábitos saludables (hobbies, actividad física,…)
Son actividades que pretenden lograr una concentración de la persona. Situar la mente en el mismo lugar donde está el cuerpo. Leer, escribir, pintar, actividades manuales permiten lograr este objetivo.
El deporte o la actividad física pueden, además de lo anterior, lograr una mejor percepción cinestésica del cuerpo y, además, lograr todos los beneficios orgánicos derivados de la práctica (cualidades físicas, movilidad, coordinación, etc.).
Disciplinas tipo cuerpo-mente como Yoga, Pilates, Tai-chi, Stretching, PNF están diseñadas para lograr el grado de concentración necesario para equilibrar e igualar el “yo, ahora y aquí”.