Las actividades dirigidas tienen una pauta musical para que todas las personas del grupo sigan el mismo ritmo. Los golpes fuertes de la música (“beats”) marcan el momento en que la persona tiene que hacer el movimiento. Al sonar el beat todo el grupo debe subir al Step o elevar los brazos.
De esta manera el grupo trabaja armónicamente, a la misma velocidad. Podemos notarlo en las clases de Step en las que, cuando todos suben a la vez, la sala resuena con un golpe al unísono.
Es evidente que algunos usuarios no están acostumbrados a llevar el ritmo o a realizar los ejercicios que se les proponen. Una de las funciones del monitor es hacer que estas personas se integren al ritmo de la clase.
Supongamos que el grupo es avanzado y todos los usuarios trabajan dentro del “beat”. El grado de sincronía es muy elevado. Entonces se produce un fenómeno que en física se llama “resonancia”. Este fenómeno consiste en el hecho de que cuando un sistema “vibra” a la misma frecuencia que otro, se transmite el máximo de energía entre ellos.
Por poner un ejemplo, si una persona empuja un columpio a la misma frecuencia del columpio, la energía se transfiere óptimamente. Si las frecuencias son diferentes, la persona choca con el columpio y entramos una situación de caos.
Conoce nuestro curso de Actividades Dirigidas VER CURSO
De la misma manera, si todos los participantes de una clase dirigida van con el “beat” entran en resonancia. La energía del grupo no se suma sino que se multiplica y eso transforma el estado de ánimo de toda la clase. Todos los individuos están integrados en algo que es más que la suma de cada uno.
Supongamos que un “track” de una clase va a 135 “beats” por minuto (bpm). Si los usuarios logran sincronizarse, la frecuencia de sus tejidos (tendones, músculos, ligamentos) entra en resonancia y las personas vibran a la misma frecuencia. Quizá, alguna vez, hayamos notado el estado de euforia que se produce cuando llegamos a esta situación.
En el organismo, el corazón tiene una frecuencia propia de trabajo: La frecuencia cardíaca es muy variable de un individuo a otro, incluso en reposo. Al hacer una actividad física las pulsaciones aumentan y cuanto mayor número de “beats” tiene una canción, mayor intensidad tiene el ejercicio.
Nuestras pulsaciones con una música de 135 bpm son menores que si subimos a 140 bpm o más, ya que la intensidad del esfuerzo se ha incrementado. Si el grupo es avanzado, volverá a entrar en resonancia a una frecuencia superior.
La pregunta que podemos hacernos es: ¿Todos los corazones de las personas de la clase se han puesto al mismo ritmo?
Seguramente no, por las diferencias de condición física, de tamaño o de capacidad de respuesta al ejercicio. Sin embargo, es muy probable que aunque las frecuencias no vayan todas al unísono, al menos se habrán acercado.
Una clase de actividades dirigidas con música no sólo hace que las personas vibren con la misma energía y, por tanto, se comuniquen mejor, sino que además se acerquen los latidos de los corazones.
¡El monitor convierte una clase de actividad física en algo emocionante!