El pie es una de las zonas corporales más ampliamente inervadas. Existen miles de terminaciones nerviosas en los pies que transmiten información sensorial de presión, temperatura, tacto o dolor.
Estas sensaciones van al cerebro pero, además, mediante mecanismos reflejos también afectan al funcionamiento fisiológico (a las diferentes funciones) del cuerpo.
El ser humano tiene gran cantidad de plexos (nerviosos, vasculares, musculo-tendinosos,…) que son el mecanismo gestor de gran cantidad de información (hormonal, eléctrica, sensorial, etc.) y que son transportadores de materia y energía.
Estos plexos son redes, redes de nervios, de capilares, de fibras de colágeno entre otras muchas. Estas redes se subdividen, a su vez, en redes menores que se incluyen con las anteriores en plexos cada vez menores. Se trata de redes sociales, pero orgánicas.
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El organismo humano está formado por una red de redes, como una muñeca rusa dentro de otra, en la que la parte interior refleja la exterior y viceversa. De la misma manera, podemos considerar que todo el organismo humano está representado en el pie (como se propone en la reflexología podal).
Toda la sensibilidad de la piel del cuerpo está representada en el córtex cerebral como un mapa en forma de hombrecillo (llamado homúnculo de Penfield). Cada tipo de información sensorial se procesa en una parte específica del cerebro dependiendo de cada uno de los estímulos que percibimos (visuales, auditivos, táctiles,…).
Todas las terapias reflejas se fundamentan en esta afirmación: el mapa de la vista en el cerebro explica la iridiología, el mapa del oído la auriculoterapia, el sentido del olfato representado en el córtex explica la reflexología nasal,.. y así con todas las técnicas reflejas, en las que debemos incluir el masaje (tal y como lo concebimos en Orthos) y la kinesiología (por la representación de la sensibilidad de la piel y de los músculos).
Estos mapas son la primera etapa de la representación que nos hacemos del mundo exterior en el que vivimos. Es decir: percibimos el mundo por los sentidos y por medio de ellos nos hacemos una idea de cómo es y lo relacionamos con nuestra representación interna. (“Principios de Neurociencia”, Kandell, E; Schwartz, J; Jessell, T.).
El concepto de los mapas cerebrales nos ofrece una posible explicación al funcionamiento, empíricamente demostrado, de las terapias reflejas. Pero podemos ofrecer otra explicación que se basa en la red de fibras del tejido conectivo. Según algunos estudios recientes, los meridianos y los puntos de acupuntura coinciden con zonas de diferentes capas de la fascia.
El entrar en contacto, el dedo del terapeuta y el tejido conectivo se moviliza el conjunto de la red fascial. Los fibroblastos, que son las células nobles de la fascia, se contraen (se activan) por la presión del dedo.
Se ha demostrado que los puntos de acupuntura coinciden con la intersección de múltiples planos fasciales. Casi todos los puntos coinciden con planos de tejido conectivo inter o intramuscular.
Se puede concluir que el amasamiento de un punto reflejo, una de esas zonas especialmente densas o en las que hay un determinado cruce de tejido fascial, el tejido conectivo cambia el sistema de cables que nos envuelve por dentro (cables eléctricos neuronales, cables metálico colágenos) en su forma y tensión; y que el efecto de la Reflexología Podal puede explicarse, al menos parcialmente, por un potente mecanismo informativo y efectos de flujo de materia y energía (deformación de la red de colágeno).
Cuando aplicamos el masaje, las presiones, fricciones o bombeos, rotaciones o movimientos de tracción-presión deforman los tejidos circundantes. Se produce una “onda” de contracción de tejido conectivo y de activación celular que se expande por la fascia. Las señales mecánicas se pueden convertir en mediadores de información a niveles celulares o convertidos en señales bioeléctricas o bioquímicas.
A su vez, hay cambios en la matriz fundamental que pueden modificar la información hacia las células por estrés mecánico o eléctrico y esto puede ser una forma importante de comunicación entre diferentes tipos de células.
La red de puntos reflejos y los meridianos se acopla con la red de las diferentes capas y niveles fasciales que alcanzan al periostio, perimisio, pleura, peritoneo, meninges, vainas nerviosas y cápsulas víscerales.
El flujo de información bioeléctrica, mecánica o bioquímica transmitida por el continuo ténsil de tensegridad tiene potentes funciones de integración, es decir, que la parte afecta al todo.
Podemos suponer que por medio del masaje en un determinado punto del pie, que, a su vez, representa un punto de un determinado órgano o hueso, se movilizarán tejidos y líquidos, se liberarán restricciones y se activará puntos inhibidos, poniendo en marcha los mecanismos de curación interna del cuerpo.
Un estímulo mínimo es la información suficiente para iniciar el proceso curativo. La persona se encargará de hacer el resto.
«Es el terreno, no el patógeno, el que provoca la enfermedad«. Esta frase de A. T. Still, fundador de la osteopatía, resume la idea de que “enfermamos cuando ponemos en peligro la integridad del organismo y sus tejidos” (el terreno).
Una deducción puede ser: a lo largo de la vida el cuerpo «crea» enfermedades, dejando que los patógenos se desarrollen para que nos detengamos en el camino, nos prestemos atención y cambiemos actitudes y enfoques.
De hecho nos está diciendo: “no seas tonto, no sigas por ese camino que no te conviene” y entonces nos enfermamos a nosotros mismos, tenemos que parar y recibir cuidados.