Una de las peticiones más frecuentes que hacemos a nuestros familiares o amigos es: ¡Hazme un masaje que estoy muy cansado/a! o ¡Me encuentro muy tenso/a! Y nuestro compañero/a, de forma intuitiva y casi espontánea, se dirige a la zona que le señalamos, sea la espalda, los hombros o los pies.
El estrés después de un día de agobio laboral o de una semana intensiva de trabajo se manifiesta en diferentes partes del cuerpo.
Los sistemas orgánicos y la musculatura se fatigan al agotarse las reservas corporales, al acumularse residuos tóxicos que vuelven más ácido al organismo por no poder compensarlo y la red de neuronas entra en una especie de “cortocircuito”.
Efectos “intuitivos” del masaje
Una de las primeras manifestaciones de la fatiga es la aparición de contracturas musculares. La falta de energía impide la relación de los músculos. Es curioso pero es así: cuando falta energía el músculo queda contraído de forma permamente.
Si nuestro compañero nos hace el masaje se va a dirigir sobre todo a estos puntos y lo que va a notar son unas “cuerdas tensas”, zonas que estan rígidas, frías y poco elásticas.
Si además, nuestro trabajo es sedentario, trabajamos sentados delante del ordenador y con el aire acondicionado a tope, los músculos (principalmente en la nuca y los hombros) los sentirá como masas duras y rígidas.
El trabajo con las manos en la actividad de un masajista aficionado, es muy efectivo. El simple hecho de aportar calor y de estirar, amasar y frotar produce una reacción en la zona por medio de la cual las arterias se dilatan, pasa más sangre por el tejido y eso oxigena y aporta nutrientes a las células.
Al hacer el tejido más elástico, los nervios y arterias que están parcialmente atrapados se liberan y, por tanto, otras zonas que dependen de su correcto funcionamiento también mejoran.
Por ejemplo, si los nervios que van a la cabeza están atrapados por contracturas en la nuca, el masaje realizado por un amigo, por un aficionado, puede liberarle de dolores de cabeza o migrañas.
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Las zonas de las que estamos hablando no tienen puntos de riesgo especialmente importantes. Por tanto, es muy difícil que un masajista “amateur” dañe a su compañero/a (paciente en el sentido de receptor del masaje).
Es evidente que los efectos de los que estamos hablando son inespecíficos, con resultados escasos y de breve duración. Sin embargo, hemos aliviado a una persona por la que sentimos afecto, un familar o amigo.
La actividad de un masajista profesional va mucho más allá, aunque los principios en los que se basa un masaje de alto nivel técnico son muy similares a lo que hemos comentado.
El masaje profesional: los cursos de Quiromasaje
El masaje actúa sobre la piel, dermis, músculos, huesos y articulaciones, además de alcanzar a los vasos y nervios que están entre estos tejidos.
En su acción de compresión y descompresión, se nutren y limpian las fibras musculares dañadas. La renovación venosa pone en marcha la sangre de las grandes venas aumentando el gasto cardíaco, el flujo pulmonar (intercambio de gases) y el filtrado del riñón. La acción sobre las terminaciones nerviosas ayuda a la recuperación del sistema nervioso central y periférico.
Todas estas técnicas y sus beneficios son aplicados a conciencia por un masajista con formación y es precísamente lo que se aprende en un curso de quiromasaje.
Al conocer la profundidad a la que se encuentran los diferentes músculos, la dirección en que se deben trabajar las fibras musculares y el sentido en que se debe impulsar la sangre, el efecto de este masaje “profesional” tiene todos sus posibles efectos beneficiosos, es más específico y sus resultados duran más tiempo.