Una persona que se ocupa de la responsabilidad de atender a los usuarios de una sala de Fitness debe tener unas cualidades que le hacen especial. Se suelen clasificar las cualidades de los técnicos según lo que saben, saben hacer y quieren hacer.
En nuestro caso, empezaremos por los aspectos de actitud puesto que al referirse al trato con personas, éstos adquieren una especial relevancia. De hecho, serán los aspectos que más valorarán los directivos pero, también y muy especialmente, los usuarios de la sala: los clientes.
Una cosa importantísima que un técnico de sala deberá dominar es poder hacer una valoración inicial funcional perfecta de cualquier potencial cliente o abonado a la instalación deportiva.
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En primer lugar, el técnico de sala tiene que ser amable y jovial: saludar a los usuarios que llegan a la sala y, si es posible, atenderles por su nombre.
A cada uno de ellos les dedicará unos momentos para que se sientan cómodos, para interesarse por su evolución, ver cómo están llevando sus programas: “¿Se siente bien? ¿Puedo ayudarle con algo? ¿Va usted evolucionando positivamente?». Según la respuesta de cada usuario podrá determinar si el programa es adecuado, si siente alguna zona dolorosa, si está motivado o no, etc.
El técnico de sala no deja de vigilar la correcta ejecución de los ejercicios y el seguimiento de un programa. Si detecta que un cliente no está ejecutando de forma adecuada un ejercicio, se acercará a él y, con mucha delicadeza, la indicará que la forma en que hace el ejercicio puede mejorarse modificando la técnica.
Las correcciones exigen que el técnico se coloque de una manera muy concreta respecto al usuario (para ayudarle, para que no caiga, que él mismo no sufra lesiones, etc.). Este posicionamiento respecto al cliente se llama “spotting” o sea “estar en el lugar”.
Las correcciones siempre se tienen que hacer en positivo, nunca de forma negativa. ¿Qué te parecería si alguien te dice: “Mal, quita, quita! eso que haces está muy mal! Deberías corregir la técnica…”.
Es desmotivante, ¿verdad? Pues imagina a un usuario con poca experiencia y que no está motivado por un reto, una meta. Esto es lo que llamamos interacción en la sala y con estas actitudes es como el técnico lograr hacer que los usuarios se sientan cómodos, como en el cielo, le hagan preguntas y continúen con sus programas de trabajo; en definitiva, que sean fieles al club, a él y a su programa.
No olvides la importancia de la individualización del entrenamiento para cada cliente.
Como referencia fiable, el técnico puede tener una lista de comprobación en la que para cada usuario tengamos los aspectos que queremos controlar (lo que se llama una lista de comprobación o “check list”).
En estos momentos, y como un elemento añadido, podemos aprovechar que estas interacciones sirvan para la mejora de la autoconciencia y el esquema corporal. Con pequeñas informaciones verbales, táctiles y visuales podemos corregir defectos posturales y malos hábitos de movimiento.
Cuando se ha establecido una relación de confianza con el cliente, podemos intervenir, progresivamente, en la adopción de hábitos de vida saludable: alimentación, costumbres, actividad, estrés, etc. Le estaremos induciendo a que adopte un estilo de vida saludable.
Hemos entrado entonces en el apartado del “saber hacer”: elaborar programas seguros y progresivos, usando los medios (cardio, tonificación) más adecuados a cada persona, modificarlos según las necesidades individuales, asignar las intensidades que corresponden a cada individuo, orientar en nutrición…
Si tenemos una actitud adecuada, podremos modificar los programas si la persona no se adapta a ellos, ajustaremos las intensidades, evitaremos lesiones por mala ejecución, aseguraremos el riego sanguíneo a los músculos y el corazón, entre otros.
Un aspecto importante es saber lo que tenemos que hacer en caso de una emergencia. La instalación tendrá sus protocolos y los debemos conocer y seguir, según las situaciones de emergencia en que nos encontremos.
El saber será nuestra base: cómo controlar las intensidades, cómo funcionan las máquinas, tener información sobre lesiones y nutrición, toma de agua, qué músculos intervienen en cada movimiento, es decir, todo lo que debemos saber para poner en marcha nuestras capacidad y actitudes.
Sin esta base nada de lo anterior sería posible, sin embargo, la diferencia entre un buen y un mal técnico son sus actitudes, sus relaciones y la forma de integrarse en la instalación.